Con excepción de los juegos no competitivos, de los que hablaremos en otra ocasión, si algo está claro antes de empezar a jugar, es que al final de la mayoría de los juegos habrá únicamente un ganador o una ganadora.
Este es sin duda un atractivo del juego que ayuda a mantener la atención en él, a esforzarse más, a poner todo lo posible en favor de tu equipo: en definitiva un aliciente que hace involucrase en el chance.
Quien resulta ganador en una contienda justa merece la satisfacción de su éxito que no habría logrado sin contrincantes, por lo que les debe agradecimiento y respeto. A quienes no ganaron, sabiendo que esta posibilidad era real antes de empezar a jugar, les corresponde poner distancia entre el hecho de haber perdido y el resto de las muchas cosas que seguirán a continuación: por ejemplo volver a jugar otra partida si el juego fue divertido y se produjeron algunos de todos esos efectos beneficiosos que le reconocemos a jugar.
Al comenzar un juego cualquiera de los participantes puede resultar ganador o perdedor, por lo que saber ganar y perder con generosidad es una garantía de disfrute para todo buen jugador.
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