Los años que van del 1069 al 664 a.C. y que ocupan las dinastías XXI a XXV son mucho más que un tiempo de tránsito aunque efectivamente vuelve a vivirse una descentralización y falta de unidad en el país.
Esmendes, sin origen real, funda la XXI Dinastía con sede en Tanis, en el delta, pero comparte el poder con pequeños reyes en el norte, comandantes militares en Tebas y el sur, con Amón y sus sacerdotes y con su esposa Tentamón.
Sheshonq I es uno de los momentos culminantes de este periodo intermedio. Durante años, familias libias se habían ido integrando en sociedad, también por medio de casamientos reales, hasta que este rey libio inicia la XXII Dinastía y comienza un intento por volver al estilo de reinado del Reino Nuevo. Aún con avances reconocibles no logrará superar el fuerte dominio de los gobernantes provinciales, y veremos que las dinastías XXIII y XIV se solapan con monarcas del alto y bajo Egipto.
El reino nubio de Kush, al sur, tiene su momento con la XXV Dinastía. Son ante todo una fuerza militar con poco interés en lograr una unidad política, lo que dejó margen a los reyes libios para seguir con su modo de vida en las provincias. Las expediciones kushitas fuera de Egipto llevarán la provocación a un nuevo enemigo venido del este. Serán arrasados por el ejército de Ashurbanipal en 663 a.C.. Los persas ya llaman a la puerta del país de las pirámides.
*Fuente, John Taylor “El tercer periodo intermedio”, en la citada Historia del Antiguo Egipto de Ian Shaw.
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