Los egipcios mantenían una relación de aprecio y rechazo hacia las serpientes. Si una inesperada picadura podía ser efectivamente mortal, también era cierto que las serpientes mantenían alejados a los roedores de los graneros y que algunas inofensivas en las casas podían espantar a otras más dañinas.
En la mitología egipcia hay pocos seres tan indeseables como la serpiente Apofis. Si el barco nocturno de Ra quedaba varado sobre una ondulación de su cuerpo, habría que luchar con ella a muerte, aunque volvería a renacer al día siguiente. Pero Mehen, la de pesados anillos, y Uróboros, señora del tiempo que engulle su propia cola, son seres sabios y protectores.
El ojo de Atum, Wadjet, fue transformada en el ureus, o ureo, la cobra que corona su cabeza y que con su amenazante imagen erguida, procura protección a dioses y faraones. Es común que vaya acompañada de su hermana Nekhbet, la diosa buitre: ambas representan el bajo y el alto Egipto.
Las serpientes eran consideradas unas madres excelentes y estaban asociadas a la fertilidad, pues con las crecidas del Nilo aparecían en mayor medida en las ciudades. Renenutet la cobra que controlaba la fuente y las crecidas del Nilo, era diosa de las cosechas, nodriza divina y garantía de que Egipto no pasase hambre.
*Fuente: Joyce Tyldesley: Mitos y leyendas del Egipto antiguo y webs.
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