EL CASO DEL BACALAO


Durante la cuaresma la tradición católica exigía a sus fieles ayuno un par de días y abstinencia de comer carne los viernes. Los menús de pescado eran entonces una  alternativa común y como el bacalao salado llegaba a todas partes en buen estado de conservación, su consumo se hizo súper popular.

Su difusión fue tal que el número de recetas que pueden confeccionarse con este pescado llegó a hacer casi imposible que no nos guste alguna (o todas). Combinado con legumbre y hortalizas ofrece experiencias místicas del orden de las patatas con bacalao o los divinos garbanzos con bacalao, en cualquiera de sus variantes: potaje con puerros y arroz, con espinacas o acelgas, con distintos toques de especias,…

En los segundos platos, cuando el bacalao debe defenderse por sí solo, son orgullo tanto de grandes restaurantes, como de barras de bar  o  humildes cocinas, el bacalao rebozado, con tomate, al ajo arriero, al pil-pil, horneado con alioli, los buñuelos de bacalao, a la vizcaína, a la riojana, más todas las especialidades geográficas con mención particular a las portuguesas.

Hoy es viernes, queridos amigos y amigas, y también se vende desalado. Aunque en mi caso, creo que lo echaré hoy a remojo para tocar el cielo el domingo.   

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